El niño que soñó la cima del Tungurahua
Tenía 12 años cuando vi a la ‘Mamá’ Tungurahua por primera vez. Fue durante el viaje de fin de curso a Baños. Yo iba en la ventana, en la parte trasera del bus, donde se metía relajo con los compañeros del Sexto B de El Cebollar. Pero paradójicamente no iba de bullanguero, sino extasiado con las elevaciones de la Avenida de los Volcanes: el Pasochoa, el Corazón, los Illinizas, el Cotopaxi… Ese fue mi primer contacto con la nieve, con la majestuosidad de nuestros Andes. La "Mama" Tungurahua. Foto: Juan Carlos Bayas Era julio de 1997 y ese viaje cambió mi vida para siempre, y no porque a la vuelta todos tomarían distintos caminos en el Mejía, el Montalvo, el San Gabriel o, en mi caso, en el Central Técnico. Cambió mi vida porque una inmensa pirámide de nieve ante mis ojos (aún no había efectos del cambio climático) me mostraba lo diminutos que éramos ante la naturaleza, también porque me dejaba admirar algo que aún no ha