"Aquí no somos vegetarianos"
Pasaron dos horas desde que nos embarcamos en una misión que terminó en viacrucis: encontrar un restaurante vegetariano en el Puyo, en pleno feriado. Peregrinamos del centro al malecón, de los barrios residenciales a los hostales para extranjeros, de los mercados populares a las gasolineras, pero no tropezamos con algún menú especializado para personas vegetarianas.
Esta escena, repetida como tragicomedia, ya la habíamos experimentado en otras ciudades, como Tena, Otavalo, Zamora y Manta, que se supone deben estar a la vanguardia turística. “Aquí no somos vegetarianos. Podemos servirle una ensalada con patacones, yuca frita y plátano cocinado, si desea”, nos respondió un mesonero puyañero mientras traspasaba tres chontacuros con un palo de pincho.
La insuficiente oferta gastronómica vegetariana reproduce un statu quo alimentario que anula otras posibilidades de menús. Al contrario de lo que se cree popularmente, la comida vegetariana sí acepta derivados de animales, como leche, huevos o miel. Sin embargo, fuera de las grandes urbes, la oferta se limita a sándwiches de queso o platos fuertes a los que solo se les quita la carne. El dilema es ¿por qué en las ciudades pequeñas no podría servirse, por ejemplo, hamburguesas de quinua, fajitas de champiñones portobello o milanesas de avena para atraer a nuevos nichos turísticos?
La comida vegetariana conlleva grandes beneficios:
En primer lugar, es una apuesta por la salud. Al evitarse el consumo de las grasas saturadas -que provocan el colesterol malo- se previenen las enfermedades vasculares que, según la Organización Mundial de la Salud, representan el 24% de las muertes prematuras en Ecuador. Puede además mitigar el padecimiento de otras enfermedades (coronarias, cánceres o diabetes) y contribuir en la lucha contra la obesidad en el país, que para el 2025 alcanzará al 30% de la población.
El vegetarianismo impactaría positivamente en el sector económico, sin descuidar el tema ambiental. Según una investigación de la Universidad de Oxford, la eliminación de la carne de la dieta nacional podría reducir alrededor del 77% las emisiones de gases de efecto invernadero -en el país- hasta el año 2050 (reduciendo la frontera agrícola en la Amazonía). Además, se produciría un ahorro de USD 2,5 billones relacionados a gastos por las atenciones médicas.
Finalmente, esta opción alimenticia favorece la defensa de los derechos de los animales, fomenta los cultivos orgánicos y las buenas prácticas agrícolas.
Quizá muchos consideren al vegetarianismo como una utopía de consumo o una propuesta adelantada a nuestros tiempos. Solo agregaré que, en mi condición omnívora, me cansé de deambular por calles y avenidas para dar gusto a mis amigos vegetarianos, quienes me vuelven uno de los suyos varias veces al año. (O)
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Después de varios años, he vuelto a escribir por acá. Espero que estos temas sean de su agrado. Daniel :)