The Lumineers y los que se marcharon
Ni
en el mejor de mis sueños pensé que el folk rock se convertiría en uno
de mis géneros favoritos. Lo conocí con U2, Eagles y Los Bunkers, pero
daba igual, un sonido californiano más. Quizá por ese desarraigo
temporal esta música solo llegó a mí con The Decemberist, Grizzly Bear y
The Lumineers.
Sobre
el último grupo quiero hablar, porque su música la conocí en el 2013
cuando llegaron a la cúspide musical, cuando Ho Hey!, Stubborn Love y
Charlie Boy destacaron no solo en Seattle, New Jersey, Denver o
Philadelphia sino también en Tailandia, Estonia, Sudáfrica y hasta en el
Ecuador.
Fueron
una movida interesante, Wesley Schultz (guitarra), Jeremiah Fraites
(batería) y Neyla Pekarek (violonchelo) en la cima, como alguna vez
estuvieron grandes bandas mundiales. Pero algo pasó en su camino: fueron
víctimas de la opinión pública que los declaró localistas: “muy
countries, muy vaqueros, muy de granjas y tractores”. Entonces, se
alejaron de los hits y ahora son un eclipse global.
No
para mí… Con Cleopatra, su segundo álbum, no llegó el Grammny pero si
una madurez musical, mágica, donde no solo se conjuga el sonido con la
hilaridad de las voces. Estamos frente a un contenido filosófico,
específicamente derivado del budismo, y ante una puesta en escena pocas
veces vista en la actualidad.
La
temática recurrente es la necesidad del breaking away, del “que pasaría
si me hubiera ido”. Entonces magistralmente exponen una potente
trilogía audiovisual: Sleep on the floor, Angela y Cleopatra, canciones
en las que se muestra el abismo mortal entre la rutina y el desapego.
En
Sleep on the floor fallece el padre de la protagonista. Un funeral muy
duro. Su novio, le incita a huir de aquel dolor, a buscar una nueva
vida, a cruzar los estados. Pero ella impávida se queda en la ciudad.
Sin chances de redimirse, escoge el calor del pésame, el olor del diario
vivir.
En
Angela, la protagonista contrajo nupcias con un hombre al que no
quería. Desaparece entonces de su hogar, de su relación, pero
internamente sabe que la evasiva es transitoria por las leyes y por su
hijo.
En
Cleopatra llegan los arrepentimientos. La protagonista ha envejecido,
su hijo ya está grande, ahora más que nunca se aferra a su pueblo, muy
Arizona, en la Norteamérica profunda. Pero se lamenta por no haber
tenido la determinación de escapar con el amor de su vida, cuando
murió su padre.
Pero
yo quiero hablar de la primera canción, Sleep on the floor. No vi video
más conmovedor y purificador a su vez. Ella pierde a su padre y nunca,
nunca, nunca se va:
Su
novio sale a volandas hacia un taxi pero sucede un desdoblamiento de la
protagonista, un doppelgänger en términos de Nietzche. Su yo inferido
corre tras él. Se inspeccionan y es una mirada profunda, la fotografía
es fantástica. No hay palabras. Se suben al taxi y desaparecen. Entonces
empieza la canción con la fortaleza de la guitarra eléctrica y el bajo.
“Pack
yourself a toothbrush dear / pack yourself a favorite blouse / take a
withdrawal slip, take all of your savings out (…) Forget what father
Brennan said / we were not born in sin / leave a note on your bed / let
your mother know you're safe” (“Empaca un cepillo de dientes querida /
empaca tu blusa favorita / toma una ficha de retiro, saca todos tus
ahorros (…) Olvida lo que dijo el padre Brennan / no nacimos con pecado /
deja una nota a tu madre en tu cama / hazle saber que estás a salvo”).
Y
desertan en un auto de los ochentas. La imagen es conmovedora: del
atardecer en que ella lo abraza en la eternidad, los móviles a punto de
quedarse sin batería, el sexo, el cansancio, las Vegas…
“If
the sun don't shine on me today / and if the subways flood and bridges
break / will you lay yourself down and dig your grave / or will you rail
against your dying day?” (“Si el sol no brilla hoy / y si los trenes se
hunden y los puentes se quiebran / ¿te rendirás y enterrarás tu tumba
/o te levantarás de tu mal día?”). Aquí hay un plagio intelectual con
Tracy Chapman y su tema, el tema de mi vida, Fast Car, que
categóricamente sentencia: “you gotta make a decisión: leave tonight or
live and die this way”.
Luego
se acaban los buenos días, tormentas, el coche dañado, sin dinero… a
hacer auto stop (jalar dedo). Pero se las arreglan ante la adversidad,
ante lo que impide esa compenetración. Y viene la boda simbólica, en el
sitio que jamás será: Illinois.
“Jesus
Christ can't save me tonight. / Put on your dress, yes wear something
nice. / Decide on me, yea decide on us / Oh, oh, oh, Illinois, Illinois”
(“Jesucristo no puede salvarme esta noche. Ponte tu vestido, sí, viste
algo bonito. Decide por mí, decid por los dos / Oh Illinois, Illinois”).
Pero ese futuro no existe, lo imagina el autor y el espectador, porque
ella nunca salió de su casa y él, él ya no está.
Cuánto
me costaba esta canción no hace mucho. Es parte de esa transición a los
nuevos días, a la reconciliación del entorno, a la superación
pretérita, al olvido de lo que nunca fue mío… Ahora honro su belleza, su
contenido, puesto que los gringos también hacen música espectacular.
Escribo
para no olvidar a The Lumineers, para que sean parte de mi historia
literaria futura, un enlace a mi época, como alguna vez fueron
Suigeneris, Genitallica, Lego y tantos más. (I)